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Valores universales: ¿la libertad?

Valores universales: ¿la libertad?
Oscar Antezana Malpartida | Columnista
| 2025-07-05 08:39:38

Parece que el mundo —culturas y sociedades— cambia cada vez más rápido. Las definiciones o los grados de aceptación de libertad, solidaridad, democracia, respeto, equidad y seguridad, entre otros, no son los mismos, por lo menos desde hace 40 o 50 años.

Para los países de Occidente, en general, la libertad es un derecho universal, si no el primero; pero no es así necesariamente para el resto del mundo. La democracia nace en Grecia y toma la forma moderna en Inglaterra para ser perfeccionada en EE. UU. La libertad es esencial en una democracia liberal. Eso está cambiando porque el ejercicio de la libertad en naciones “democráticas” como Bolivia, El Salvador y Venezuela —incluyendo últimamente a Argentina y EE. UU.— está opacado por la falta de un Estado de derecho pleno, como corresponde en una democracia liberal donde, entre otras cosas, los tres poderes del Estado son independientes y la prensa no es amedrentada ni silenciada.

Para otras sociedades, la seguridad toma prioridad sobre la libertad y, por tanto, el rol del Estado es imprescindible. Aquella también tiene raíces histórico-culturales. Hace miles de años, el emperador chino tenía el poder supremo y estaba moralmente obligado a ser compasivo. Reinaban dinastías por cientos de años con un emperador a la cabeza. El Estado ejerce el liderazgo y los altos funcionarios de gobierno son percibidos como líderes, intelectuales y maestros. Claro, la meritocracia está muy enraizada. De acuerdo con la Encuesta Mundial de Valores (World Values Survey), el 95 % de los chinos valora más la seguridad que la libertad, comparado con el 28 % de los estadounidenses. Alrededor del 95 % tiene confianza en su gobierno, comparado con el 33 % en EE. UU. y el 45 %, en promedio, en el resto del mundo. El sacrificio por el bien común es una práctica conforme a sus valores; no es ni bueno ni malo, es cultural, diferente y aceptado.

La historia de Rusia, marcada por invasiones (vikingos, tártaros/mongoles, franceses con Napoleón Bonaparte) y conflictos, ha contribuido a una cierta paranoia y necesidad de seguridad nacional y a la fuerte presencia del Estado. En Rusia y otros países existe la sensación —manipulada o no por los gobernantes— de amenazas externas y de desórdenes internos (ej. étnicos, raciales, religiosos), que impulsan a las personas a buscar refugio en grupos familiares, raciales o nacionales, mientras que al mismo tiempo la tradición y la religión organizada les ofrecen consuelo. Más del 72 % de los rusos valora más la seguridad.

Esta es una forma de ver los intentos fallidos de EE. UU. de establecer la democracia en Irak y Afganistán. Se subestima la importancia de la historia de esos pueblos y sus valores culturales. Yo estuve en ambos países y pude constatar que la seguridad y la estabilidad son, en gran parte, prioritarias a la libertad y el logro individuales, especialmente entre la población de ingresos medios y bajos. Las incipientes democracias detonadas por la Primavera Árabe, como en Túnez y Egipto, no pudieron proporcionar estabilidad y seguridad, y no lograron alzar vuelo. En Arabia Saudita y los emiratos del Golfo Pérsico existe un contrato social genuino entre gobernantes y gobernados. Los primeros brindan un gobierno competente y predecible y transiciones de poder suaves; a cambio, las poblaciones no cuestionan su control del poder.

Parece que los valores seculares y liberales no son más universales que los religiosos y autoritarios. Los dos conjuntos de valores se encuentran en extremos opuestos y parecerían ser formas en que las personas se adaptan a las circunstancias. Los valores estarían condicionados por la historia y la cultura.

La batalla por los valores se desarrollaría, por lo menos, entre dos polos. Los valores que pregona la democracia occidental, ¿son valores universales o valores del mundo occidental promovidos durante los siglos de imperialismo europeo, particularmente por Inglaterra y Francia? ¿Son valores que se han reforzado y plasmado después de la Segunda Guerra Mundial a través de la creación de las Naciones Unidas, donde Europa y EE. UU. eran potencias indiscutibles apoyadas en su tecnología, conocimiento y fortaleza económica, y su poderío militar? Los líderes chinos alegan que no existen "los llamados valores universales de Occidente". Dilma Rousseff, expresidenta de Brasil, llama al liberalismo occidental “este sistema de valores impuestos”.

¿Qué significa esto para Bolivia? Nuestra historia y cultura se gestan en civilizaciones preincaicas y luego incaicas. Durante la colonia, la influencia española —si bien occidental— trajo consigo muchos valores democráticos que no estaban a la altura de Inglaterra o Francia; es decir, sus instituciones eran menos desarrolladas y más débiles.

¿Qué es lo que más desea el ser humano? ¿Libertad individual o seguridad? Ambos son deseables. Personalmente, la mejor respuesta sería crear un contexto de seguridad a partir del ejercicio del Estado de derecho; es decir, en democracia. En este sistema se podrían inculcar de manera sistemática valores cívicos como el respeto, el trabajo, la meritocracia y la solidaridad, entre otros. Pero mi pensamiento está condicionado por la cultura e historia donde no solamente he nacido y crecido; es decir, un ciudadano chino o ruso pensaría de otra manera sobre los valores por las mismas razones.

Finalmente, ¿la restricción de la libertad temporal (de varios años o décadas), por ejemplo, como en el régimen de Pinochet, podría ser aceptable si se logra un mayor desarrollo y bienestar en el largo plazo? Pero ¿quién lo garantiza? Ahí tenemos a Maduro. Ejemplos más recientes, sin veredicto final todavía: El Salvador y el presidente Bukele, Argentina y el presidente Milei, y EE. UU. y el expresidente Trump. Los salvadoreños prefirieron masivamente a Bukele —su preferencia relativa fue la seguridad, no la libertad. Los otros dos casos son más recientes.

La existencia de valores universales es un tema filosófico; al presente, la realidad parece indicar que no existen en absoluto: todo es relativo.

Oscar Antezana Malpartida | Columnista