Resulta irónico que el gobierno del MAS, después de casi dos décadas de deterioro institucional, ahora convoque a un diálogo con los actores políticos para "salvar la democracia". Tanto en la gestión de Evo Morales como en la de Luis Arce, se han dedicado a imponer un modelo político basado en la persecución de la oposición, la imposición de medidas arbitrarias y la centralización del poder. Hoy, cuando tiene encima una de las peores crisis de la historia, el oficialismo busca oxígeno y respaldo de los sectores que ha atacado sistemáticamente.
Ni siquiera frente a una crisis sin
precedentes, caracterizada por la escasez de combustibles, la incertidumbre
económica y la creciente presión social han tenido la decencia de asumir su
responsabilidad y constantentemente han recurrido a la fórmula de culpar a la
oposición, a la "derecha", a los empresarios y la Asamblea
Legislativa. La población ya no cree en ese discurso. La realidad es que la
crisis ha sido generada por la mala gestión del propio gobierno, que se ha
negado a flexibilizar su modelo económico y a permitir medidas que alivien la
situación.
El año pasado, el oficialismo convocó a
los empresarios a un supuesto diálogo para anticipar la crisis actual. A pesar
de los acuerdos firmados, el gobierno ha mantenido su actitud hostil hacia el
sector productivo, con restricciones a las exportaciones y una política
confiscatoria. ¿Qué credibilidad puede tener, entonces, una nueva convocatoria
al diálogo? En este momento, no se trata de debatir soluciones, sino de que se
tomen decisiones concretas para resolver problemas urgentes como la crisis del
diésel y la garantía de abastecimiento de combustibles.
El llamado al diálogo también carece de
sustento en el ámbito político. Si verdaderamente estuviera preocupado por la
democracia, el MAS ya habría impulsado las leyes necesarias para garantizar las
elecciones generales de 2025. Incluso el presidente del Tribunal Supremo
Electoral ha advertido sobre la necesidad de aprobar normativas clave para
evitar un colapso del proceso electoral. Sin embargo, el oficialismo ni
siquiera ha dado señales de voluntad para asegurar un proceso transparente y
confiable.
Lo que el MAS busca con esta convocatoria
no es un diálogo sincero, sino un salvavidas político. Quiere que los sectores
que ha marginado ahora le respalden para evitar el colapso total. La solución a
la crisis no pasa por un encuentro entre políticos, sino por una gestión
eficiente y decisiones responsables. Es el gobierno el que tiene en sus manos
las herramientas para aliviar la crisis, pero no está dispuesto a ceder en su
modelo económico ni a renunciar a su afán de control absoluto.
Si Arce realmente desea resolver la crisis, debe dejar de lado los cálculos políticos abandonar sus pretenciones electoralistas y centrarse en la gestión. La población ya sabe cuáles son las decisiones que se deben tomar, pero el régimen insiste en ignorarlas. Quizás en lugar de organizar reuniones políticas, los funcionarios deberían acudir a las estaciones de servicio y escuchar a los ciudadanos que padecen la escasez de combustible. Es allí donde encontrarán las respuestas que tanto dicen buscar.
Quizás en lugar de organizar reuniones políticas, los funcionarios deberían acudir a las estaciones de servicio y escuchar a los ciudadanos que padecen la escasez de combustible. Es allí donde encontrarán las respuestas que tanto dicen buscar.