Ahora que el país respira tras el fin de los bloqueos, toca enfrentar la realidad. ¿Volverá el diésel? ¿Aparecerán los dólares? ¿Bajarán los precios? ¿Se normalizarán las actividades productivas? La respuesta la tiene el gobierno de Luis Arce, que durante las últimas semanas ha culpado a los cortes de rutas por las calamidades que la población viene sufriendo desde hace dos años. Obviamente, no existen recetas mágicas para resolver los problemas, mucho menos para un régimen que presumía de ser “milagrero”, pero que no ha hecho más que lanzar cortinas de humo para evitar que la gente hable o proteste por su ineficacia. No es difícil anticipar la agenda distractiva que el MAS tiene preparada. De hecho, ya comenzó con la accidentada elección de las directivas del senado y la cámara de diputados, un espectáculo grotesco en medio de las penurias que sufren los bolivianos por conseguir un kilo de pollo, una bolsa de arroz o cargar el tanque de gasolin. En el abanico también figura la suspensión de las elecciones judiciales, la pelea interna del oficialismo y, posiblemente, algún otro golpe inventado. Nunca falta un Zúñiga para montar un circo.