Casi
todos ven con malos ojos lo que ocurre en el Parlamento, donde los diputados y
senadores se agarran a golpes y el oficialismo se ve en figurillas cada vez que
tiene que aprobar una ley, en este caso, créditos externos que vienen a
engrosar la abultada deuda que acumula el estado y que no ha servido para nada
más que incentivar el derroche, agrandar el gasto público, dilapidar en lujos
para los gobernantes y darle de comer a tanto parásito que se hace llamar
funcionario público. Deberíamos festejar que los golpes los reciban los
políticos y no el pueblo. En la medida que haya más conflicto para tomar una
decisión gubernamental, mejor para la población, pues cuando hay dictadura
nadie discute, nadie se opone, los dirigentes ni se tocan y el que lleva la
peor parte es el ciudadano común. Tampoco deberíamos ponernos tristes porque el
oficialismo tenga que sobornar a los legisladores para que le den su voto, que
haya división y transfugio en la clase política. La unidad y el consenso entre
ellos es malo para la población, pues cada vez que se ponen de acuerdo es para
perjudicar a la gente. El pueblo siempre se mantiene unido en función al
trabajo, la producción, el intercambio y las ganas de vivir en paz. No se
necesita un caudillo para eso, sino todo lo contrario, pues lo que buscan ellos
es dividir…para reinar.